O lo que es lo mismo, ¿el fin de la revolución colaborativa? Nuestros vecinos y compañeros franceses proclamaban hace solo unas semanas la muerte de la economía colaborativa. Sin embargo, desde aquí, me gustaría reivindicar no sólo que está viva, sino que sus valores perdurarán como perduran en el país galo los de la revolución que nunca, hasta ahora, tuvimos en el nuestro. Y me gustaría deciros: al igual que con el consulado murió la revolución francesa y aún así continuaron y continúan –e incluso forman parte del lema oficial del país– los gritos de libertad, igualdad y fraternidad, por mucho que queráis matar a nuestra querida economía colaborativa, se conservarán en el tiempo nuestras reivindicaciones de horizontalidad, transparencia y descentralización.
Muerte de la economía colaborativa
Hace sólo algunas semanas, estimados vecinos, decretabais la defunción de la economía colaborativa. Y lo hacíais además a la francesa, con tan sólo un artículo póstumo en el que le agradecíais los servicios prestados y la poníais de vuelta y media. Será que envidio los valores que trascendieron de aquella revolución y que tan necesarios habrían sido en nuestro país entonces. Será que me gusta el hecho de estar viviendo y formando parte activa de una nueva revolución pacífica, intelectual y ciudadana. No sé por qué es, pero no acepto el óbito que proponéis, compañeros. No, amigos; porque, de hecho, en España es una de las mejores cosas que nos han pasado en los últimos años. Junto con otro tipo de propuestas económicas alternativas, como la social o la del bien común, la economía colaborativa nos ha venido a decir que podemos hacer mucho más que trabajar y consumir y, además, hacerlo de manera diferente. Incluso nos empieza a demostrar que podemos influir en el plano político no sólo con el voto, sino también con nuestro dinero, y nos enseña el camino para que la banca no tenga la última palabra en nuestras vidas.
Estamos escribiendo una nueva declaración de los derechos de la persona y la ciudadanía bajo las luces de nuevas ideas.
Hemos tardado más de dos siglos en decidirnos a tomar nuestra Bastilla y, ahora que estamos en ello, no podéis venir a decirnos que la Bastilla ya la ha tomado un triunvirato formado por Uber, Airbnb y Blablacar. Estas plataformas no son más que nuestras armas para el asalto. Yo también, como vosotros y muchos otros, llevo más de tres años hablando, leyendo y escribiendo sobre el tema. Mucho ha cambiado el panorama desde que compartir casa y coche parecía ser todo lo que traía este nuevo movimiento. Como bien decís en ese réquiem a la economía colaborativa, muchas start-ups han caído y muchas más caerán, incluyendo a aquellas que parecen inmortales estrellas de la muerte. Nada nuevo bajo el sol. Pero por cada start-up que cae hay varios emprendedores con ideas nuevas y ganas de cambiar las cosas, empezando por sus vidas.
El presente del trabajo
Lo importante son los cambios estructurales que está trayendo todo este movimiento. En el plano laboral –que no sé cómo estará en Francia, pero aquí es para crear una revolución aparte–, la economía colaborativa ofrece una opción muy diferente a los que no nos conformábamos ya con tan sólo con ir a trabajar y cobrar a final de mes. Es, en realidad, una oportunidad para crecer como personas y profesionales, para generar valor real y contribuir a un procomún cada vez mayor. El intraemprendimiento, y no sólo la uberización, está tomando fuerza gracias a los cambios organizacionales que se están aplicando, reformas que pasan por dar más protagonismo a los que hasta ahora sólo tenían que obedecer.
No está muerta compañeros, está más viva que nunca, porque cada vez está más en todos y cada uno de nosotros.
Esas tensiones que comentáis, y por las que algunos desenchufaríais de la máquina a la economía colaborativa, son parte esencial de un sano crecimiento. Estoy de acuerdo en que desde OuiShare tenemos que ser los más críticos con nuestra economía, pues somos los que más la apreciamos y los que la abrazamos desde el principio –esas tensiones son parte de nuestro trabajo como think-tank, para que no crezca consentida y de cualquier manera. En nuestro acompañamiento a empresas, administraciones públicas y emprendedores, no podemos descuidar nuestra atención a la capa que rodea este cambio, la economía colaborativa, que es la esencia de todo lo que estamos haciendo. [caption id="attachment_2178" align="aligncenter" width="713"]
Foto: Heartbeat by PublicDomainPictures [CC0][/caption]
Larga vida a lo que acaba de comenzar
Estimados vecinos, recordad que, al igual que al principio no era todo transporte y alojamiento, ahora no es todo, ni mucho menos, el espectro de grandes plataformas centralizadas, verticales y opacas. Es la hora de la ciudadanía que usa esas meras herramientas a su disposición que son las plataformas. Gracias a esas herramientas, hemos ampliado el espectro de la economía colaborativa hacia una sociedad cada vez más participativa, y ahí es donde está el gran cambio que aún no hemos hecho más que vislumbrar.
No acepto el óbito que proponéis. En España es una de las mejores cosas que nos han pasado.
Estamos escribiendo una nueva declaración de los derechos de la persona y la ciudadanía bajo las luces de nuevas ideas, igualmente revolucionarias. Con la salvedad de que, en esta ocasión, el único terror para quien no lo acepta viene en forma de cambio inevitable en todos y cada uno de nosotros, alejado de cualquier control externo. Y eso, amigos, da mucho miedo. No está muerta compañeros, está más viva que nunca, porque cada vez está más en todos y cada uno de nosotros. Cada vez son más las personas, empresas, instituciones que se asoman al abismo del cambio. Ese que da tanto pánico, sobre todo en nuestro país aún estancado en el antiguo régimen. Esta vez intentemos que los valores de la revolución que estamos viviendo se queden, germinen y crezcan también en nuestras fronteras. Ya no hacen falta guillotinas, tan sólo ideas y consciencia del poder que tenemos. El tercer estado ha despertado y esto no ha hecho más que comenzar. Brumario aún está lejos.